sábado, 21 de abril de 2012

Cuídame- Pedro Guerra y Jorge Drexler


Cuida de mis labios cuida
Cuida de mi risa
Llevame en tus brazos llevame sin prisa
No maltrates nunca mi fragilidad
Pisaré la tierra que tu pisas

Cuida de mis manos, cuida de mis dedos
Dame la caricia que descansa en ellos
No maltrates nunca mi fragilidad
Yo seré la imagen de tu espejo

Cuida de mis sueños, cuida de mi vida
Cuida a quien te quiere
Cuida a quien te cuida
No maltrates nunca mi fragilidad
Yo seré al abrazo que te alivia

Cuida de mis ojos, cuida de mi cara
Abre los caminos dame las palabras
No maltrates nunca mi fragilidad
Soy la fortaleza de mañana…

Cuida de mis sueños cuida de mi vida
Cuida a quien te quiere cuida a quien te cuida
No maltrates nunca mi fragilidad
Yo seré el abrazo que te alivia

jueves, 12 de abril de 2012

Si se te pierde el alma en un descuido (Eduardo Galeano)

¿Qué hace esa india huichola que está por parir? ella recuerda, recuerda intensamente la noche de amor de donde viene el niño que va a nacer, piensa en eso con toda la fuerza de su memoria y su alegría, así el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces nace el buen huichol, que será digno de aquel goce que lo hizo.
Un buen huichol cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien se sabe que el alma es más pequeña que una hormiga y más suave que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder.
Un muchacho tropieza y rueda sierra abajo y el alma se desprende y cae en la rodada, atada como estaba nomás que por hilo de seda de araña. Entonces el joven huichol se aturde, se enferma, balbuceando llama al guardián de los cantos sagrados, el sacerdote hechicero.
¿Qué busca ese viejo indio escarbando la sierra? recorre el rastro por donde el enfermo anduvo, sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por hoja, y bajo las piedritas. ¿Dónde se cayó la vida? ¿Dónde quedó asustada? marcha lento y con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a veces silban como brisa.
Cuando encuentra el alma errante, el sacerdote hechicero la levanta en la punta de una pluma, la envuelve en un minúsculo copo de algodón y dentro de una cañita hueca la lleva de vuelta a su dueño, que no morirá.


Memoria del Fuego II,  las Caras y las Máscaras